Infinity Pool: Propuesta interesante de terror

Por Taylor Antrim (Vogue)

El comienzo de Infinity Pool, el sueño febril de Brandon Cronenberg, me hizo pensar en J.G. Ballard, en Joan Didion, en Denis Johnson. Referencias literarias que no te prepararán para la fantasmagoría que se avecina. Estamos en una isla remota, en un complejo de lujo fuertemente vigilado, donde una pareja de turistas ricos, guapos e inquietos está de vacaciones. La amenaza es latente en las calles vacías de la ciudad, con signos de disturbios que a duras penas se mantienen a raya. Alexander Skarsgärd es James, un novelista cuya entregada esposa, Em (Cleopatra Coleman) se contenta con plancharle sus camisas caras mientras él busca inspiración para un segundo libro. El final de sus vacaciones se acerca y el aburrimiento asoma. Es entonces cuando otra huésped del hotel, la atractiva Gabi (interpretada por Mia Goth, que está acaparando el protagonismo en todas las películas de terror en las que aparece) se deshace en elogios hacia James, declarando que le encantó su primera novela y que para cuándo la segunda. Ella y su marido, Alban (Jalil Lespert), invitan a James y a Em a cenar y luego a una playa aislada a las puertas del complejo. Esta secuencia es magnífica, bañada por el sol, llena de presagios.

Pero prepárate, porque no tendrás más remedio que taparte los ojos. Cronenberg es hijo del cineasta David Cronenberg, que se dio a conocer con películas de terror corporal como ScannersLa mosca y Crash, y hay cierta autoconciencia nepotista, incluso de superación, en lo que Brandon pone aquí en pantalla. Lo primero que se ve, en primer plano, es una paja en la playa, y echando la vista atrás resulta bastante pintoresco. En el viaje de vuelta al resort, James atropella y mata a un lugareño con el coche de Alban y, cuando la pareja intenta encubrir el accidente, la policía detiene a Skarsgärd y a su mujer. El atractivo actor sueco está genial en todo momento, presa del terror, y más que dispuesto a sobornar a la policía cuando le ofrecen una salida: a cambio de una enorme suma de dinero le clonarán y le permitirán observar la ejecución de su doble.

Las películas de este tipo tienen que generar confianza, e Infinity Pool lo hace con maestría a medida que se adentra en la ciencia ficción, las drogas psicodélicas, las orgías y las vísceras. Los efectos visuales son nítidos y el ímpetu de la historia te atrapa, llevándote por sus oscuros caminos. También hay ideas: la impunidad moral, la colonización, la duplicación del yo y ¿problemas maternofiliales? He de admitir que hay un par de momentos en los que fui incapaz de mirar, sórdidos shocks quizá calculados para llevarte a la sala de cine y entregarte a ellos.

El resultado es indeleble: la visión de turistas adinerados con máscaras grotescas (tradicionales en la isla) se aferra a ti como un retrato de la ausencia de moral de una élite global. La mujer gótica que, totalmente desquiciada, se burla de Skarsgärd con una pistola mientras pronuncia sus líneas de diálogo con sed de sangre es una pesadilla inteligente y brillante. Me atengo a esas referencias literarias, aunque Ballard, que escribió mejor que nadie sobre la decadencia moral, es la verdadera piedra angular de la película. De hecho, Brandon Cronenberg ya está adaptando la novela Super-Cannes, del difunto autor inglés, como serie de televisión.

Texto original | Vogue

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